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INFORME SOBRE DERECHOS HUMANOS 2020.


Majestad,

Me permito escribirle este mensaje desde la más profunda humildad, conciencia y contundencia. El colectivo Psicólogos por la verdad fue creado en agosto de este año ante la urgencia social creada por la pandemia, con un nivel de alarma nunca visto en este sentido. A raíz de ésta y de las medidas de aislamiento social dictadas por Pedro Sánchez en marzo se ha desencadenado un caos, no ya económico, sino psicológico y emocional en la población española de dimensiones tan bíblicas que le aseguro va a afectar a varias generaciones futuras. Consideramos que las medidas tomadas, en base a informes, constituyen una violación de los derechos humanos y por lo tanto de las reglas democráticas de cualquier país, ya que se sustituyen unas normas de crecimiento colectivo por otras de destrucción individual (véanse los suicidios que ocurren todos los días en España y que son oficialmente ignorados). Los datos a los que hemos tenido acceso demuestran que ninguna de las razones argumentadas ni las soluciones propuestas han servido para los españoles ni para su bienestar, y menos el emocional. Movimientos como médicos por la verdad internacional, nosotros, abogados por la libertad, policías por la libertad y otros muchos nos hemos dado cuenta y nos hemos unido para derrotar esta suerte de fascismo amenazante. No somos negacionistas, somos realistas, vemos el sufrimiento de la gente, vemos sus carencias emocionales, vemos los resultados del aislamiento y sobre todo el miedo de la población, un temor creciente y obsesivo que amenaza con llevarnos al desastre más absoluto.

Consideramos que la información, a pesar de todos los intentos de censura existentes hoy en día, ha de llegar a sus manos como madre de un monarca. Usted sabe lo que es el la pobreza, el dolor de un pueblo, la impotencia de no poder hacer nada y la rabia que supone ver como otros hacen el trabajo inverso, Usted sabe, como nosotros, que todos tenemos derecho a una vida en la que se respete nuestra dignidad como seres humanos, en la que tengamos libertad en el marco del respeto, algo por lo que luchó su esposo en 1977 para que España fuese un país respetable. Somos humanos, todos conocemos errores, todos tenemos nuestras carencias, todos hacemos cosas indebidas, pero el esfuerzo por los demás es esencial y máxime cuando se trata de un jefe del Estado.

Es por ello que le envío este dossier. Considero de suma urgencia que sea conocido y analizado.

Con la sorprendente llegada de la pandemia en este año 2020 se han puesto de manifiesto una serie de hechos preocupantes. La crisis sanitaria no sólo ocasionó un problema de esta naturaleza, sino que expandió su radio a la economía y a los planos sociales, psicológicos y psiquiátricos. Es urgente hacer una revisión de estos aspectos desde nuestra disciplina ya que la salud psicológica no sólo es clave para el individuo en sí, sino para la sociedad en la que se encuentra dado que el efecto multiplicador no debería ser considerado un tema baladí ni por el gobierno, la Jefatura del Estado, las Instituciones Públicas, ni el Ministerio de Sanidad. Desde el inicio de las turbulencias no se ha tenido en cuenta ninguno de los aspectos que se señalan a continuación, y si se han considerado han sido de manera lateral, de cara a aprender a soportar y adaptarse a la nueva realidad. Como colectivo hacemos hincapié en estos puntos que nos parecen cruciales.

Debemos recordar que existe una estrecha relación entre lo personal y lo social, las decisiones políticas y la ecuación anterior. Pensar que una norma, y más si es arbitraria, queda enmarcada en el contexto de su cumplimiento estricto y con los medios necesarios, aunque no existan, es un planteamiento muy irresponsable ya que sus secuelas no sólo se expanden como una verdadera pandemia, sino que sus efectos pueden durar varias generaciones y dañar gravemente a millones de personas en forma de genocidio lento, no en su modalidad conocida, sino en la psicoemocional. Declarar un estado de alarma, una enfermedad peligrosa, arruinar consecuentemente la economía y someter a la población bajo excusas sanitarias requiere de un elevadísimo nivel de seguridad y ética por parte de quienes lo establecen, so pena de provocar una problemática social que les puede estallar en las narices en cualquier momento.


VIOLACIÓN DE DERECHOS HUMANOS.

Psicólogos por la verdad tiene como objetivo preservar la existencia adecuada de los derechos humanos. Referirse a ellos no es hacerlo exclusivamente a fríos artículos legales, que son muy explícitos, sino ir más allá y profundizar en el objetivo de este análisis que es el ser humano que tiene varias dimensiones aparte de la física: la mental y la emocional.

Separar unas de otras es toda una gran torpeza y mucho más ignorarla, tal como han hecho los poderes fácticos con la existencia de la crisis sanitaria. No es posible disgregar un plano de otro: el mundo de las ideas, de nuestras creencias, está estrechamente ligado con nuestros sentimientos, asociados a necesidades que nos son inherentes por el mero hecho de ser seres humanos y que no podemos ignorar, mucho menos los que nos gobiernan.

Infringir un daño en lo mental a través del miedo recurrente, los pensamientos obsesivos asociados al ritual covid, la nosología o temor infundado al contagio, el terror al otro como agente infeccioso y el sometimiento del yo a un elemento externo que le impide expresarse, junto a la fobia, el temor al futuro y a la incertidumbre, así como la tristeza por no poder establecer lazos emocionales adecuadamente satisfactorios con los demás o la rabia que se desprende de una presión que nos convierte en una olla que está a punto de estallar, tienen un efecto social y colectivo en forma de patologías psicóticas, aislamiento, muchas veces impulsados por los poderes políticos y policiales, desarrollando una crisis en todos los planos consiguientes, sin excluir el económico. Todo ello forma una red, una tupida red en la que desde la raíz se va alimentando el resultado final que es el caos de este año 2020. Todo ello sin nombrar la influencia de las vacunas con dudosos componentes que amenazan con alterar nuestra naturaleza humana para siempre.

De este modo, los derechos humanos no sólo tienen una esfera legal y normativa, sino personal y subjetiva, y de violarse este último aspecto nos encontraríamos con una fragrante acción que violaría lo más sagrado de nuestras leyes y principios éticos, quedando estos invalidados sin fundamentos, es decir, vacíos. Todo ocurre en el día a día, segundo a segundo de nuestra existencia. Merecemos ser felices, merecemos aprender de los otros, merecemos ser dignos de pertenecer a nuestra especie, fluir en el marco de nuestras necesidades básicas para compartir con los demás ese calor que nos puede hacer mucho mejores que aquéllos que sólo saben sembrar el terror y la ignorancia, cultivando la muerte y la destrucción del espíritu humano. Es en ese instante que nos parece eterno, siendo artífices de nuestro propio futuro con nuestras creencias, sentimientos y acciones, con los que logramos la magia de entender que la verdad no es necesariamente una teoría, sino una forma de experimentar la vida, una manera de hacerla contagiosa en los otros para que se unan a nosotros y hagamos nuestro mundo más sabio y ético. Es el continuo del espacio-tiempo en el que la conciencia se ubica y desarrolla toda su magia el sentir todo el amor que hay en el cosmos y dentro de nosotros mismos. No es cuestión de normas sociales, potencialmente incorrectas, las cuales pueden acoplarse o no a nuestras necesidades como seres humanos, sino de sentir, fluir y enfocarnos en nuestra realidad que es siempre subjetiva y profunda y que constituye la forma en la que como humanos actuamos.

Es por ello que aspectos como el bienestar psicológico, emocional y social cobran gran atención de cara a entender el significado de todos los derechos que se irán detallando y en la medida en que éstos se vean vulnerados. Igual ocurrirá con los principios legales que se detallen sin importar el número de leyes que se refieran a ellos. Es más, el cimiento personal y subjetivo de los mismos es tan importante que sencillamente los desmantelan de todo contenido. Si la democracia es el resultado del proceso en el que el ser humano aprende a ser libre, a reconocerse, a desarrollar su conciencia hacia su verdadero ser en el marco de la convivencia en la que los seres humanos se respetan y ayudan, eliminar este elemento supone una forma de genocidio por cuanto hace que el marco normativo y de convivencia quede en “agua de borrajas”, es decir, en un escenario hueco en el dolor y el sufrimiento que va aniquilando a quienes no se pueden adaptar a las imposibles reglas y provocan que el orden social sea una quimera que se autodestruye por sí misma. El dolor puede tomar la forma de muerte, sin especificar cuántas sean las víctimas y, dado que el cimiento subjetivo se va resquebrajando poco a poco, el proceso entrópico puede ser indetectable para los que gobiernan, provocando el sufrimiento lento y agonizante que se refleja en un sistema social inservible y doloroso.

No se entiende la vida sin aquellos aspectos que la hacen agradable ni las oportunidades que tenemos los seres humanos para lograr la felicidad o equilibrio de fuerzas, sin el conflicto interno en el que aprendemos por nosotros mismos, qué nos hace dichosos y qué no, así como el modo en el que las relaciones sociales nos ofrecen aquello que necesitamos para resolver situaciones vitales. Los seres humanos no podemos ser disgregados porque del modo en el que nos relacionemos o no con los demás así será nuestro grado de conciencia hacia el otro y nosotros mismos en un proceso de aprendizaje continuo que forma parte de nuestra naturaleza, del mismo modo que los niños acuden al juego como manera de adquirir conocimientos sobre el entorno y el yo. Romper este ciclo de intercambio no sólo implica aislarnos, sino también empobrecernos como seres humanos incapaces de tomar nuestras propias decisiones, convirtiéndonos en seres manipulables que sólo pueden seguir las reglas, al ser desprovistos de sus derechos y dignidad humanos.

La Declaración de Derechos del Hombre de 1948 y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966 constituyen marcos de referencia a los que los Estados están obligados a ajustar sus distintas legalidades. Las constituciones de los distintos países han de acogerse a estos principios fundamentales y ninguna norma puede vulnerarlos de manera injustificada o aleatoria. Todo derecho que se vea mutilado por una legislación nacional o de superior rango ha de ser restituido en el estricto cumplimiento de la normativa a nivel mundial.

A este respecto, el artículo 2.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos señala que “cada Estado se compromete en adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones del presente pacto, las medidas oportunas para dictar las disposiciones legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos los derechos reconocidos en el presente pacto y que no estuviesen ya garantizados por disposiciones legales o de otro carácter”. Este pacto es de obligado cumplimiento y su vulneración es motivo de denuncia ante el Tribunal Superior de Justicia de la Haya.





NUESTROS DERECHOS HUMANOS

No ser discriminados

Todos los seres humanos partimos de la misma fuente sagrada como perfecta manifestación única. Nuestro designo es darle forma y experiencia consciente que la haga reconocible para nosotros mismos y los demás, para ser compartida y alzada hasta ser la imagen de la creación invisible, esa que sólo el alma siente y presiente. Todos tenemos derechos a disfrutar de esa gran dicha porque nuestro aspecto físico no es más que una carcasa, un envoltorio casual y sin significado alguno. Nuestra naturaleza espiritual, sin forma, sin color, hecha de la misma chispa que creó nuestra realidad, más allá de la existencia terrenal, nos hace artífices con derecho a ser dueños de nuestra propia vida. Nunca el orden inferior y temporal puede cuestionar lo superior o desear privarlo de contenido, poner barreras visibles o invisibles a la libertad de la conciencia, ya sea por opinión, color de piel, nivel económico o cualquier otro criterio. Y la verdad es que nos asemejamos más de lo que parece.

El artículo 2 de la Declaración de los Derechos del hombre prohíbe la discriminación, y el artículo 1 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos declara que “Todos los pueblos tienen derecho de libre determinación…”; el artículo 6 señala que “el derecho a la vida es inherente a la persona humana”, así como que “este derecho está protegido por ley” y “nadie podrá ser privado de su vida...”

Por lo tanto los Estados no pueden decidir ni nuestra voluntad ni nuestro destino. Cada ser humano es legítimo dueño de su libertad, de sus actos y de su futuro, con igual derecho a equivocarse y aprender en este plano material cuáles son las herramientas para que se produzca el pleno desarrollo de cada uno de nosotros en lo mental, cognitivo, espiritual, económico y social, áreas que van unidas. Dañar cualquiera de ellas supone un ataque a nuestra vida y a nuestra existencia como seres humanos de este universo y como seres conscientes.

Derecho a la vida, la libertad, y a la seguridad

Nadie puede decidir sobre la vida misma, ponerle límites, coartarla o darle una finalidad. Los seres humanos tenemos un derecho inalienable a crecer como tales hasta el límite infinito, a descubrirnos con el ejercicio de la libertad y el juego de la conciencia que aprende de sí misma, de modo que todas las acciones y decisiones son respetuosas con los demás. Crecemos de esta forma en un marco seguro, de protección y amor. Nadie tiene el derecho de mutilar ese proceso con el dolor y el sufrimiento innecesario e inútil; salvo para quien lo genera. Es comprensible que vivimos en una sociedad y necesitamos de un sistema social que nos ayude en este proceso, pero no resulta tolerable que éste actúe de manera despótica limitando la libertad y la capacidad de quienes sólo desean conocerse a ellos mismos. No olvidemos que la justicia divina existe y que está por encima de la humana, pero el fin de ésta llega a la primera.

El artículo 3 de la Declaración de los Derechos del hombre establece “el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona”. El artículo 9.1 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos señala que “todo individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales...”. El artículo 12 de la Declaración de los Derechos del hombre dice expresamente que “nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques a su honra o reputación; toda persona tiene derecho a su protección”. Más específicamente en el área psicológica, el artículo 15 de la Constitución española señala que “todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral sin que en ningún momento puedan ser sometidos a torturas, penas o tratos inhumanos o degradantes”.

Torturas y tratos vejatorios.

Muchos comportamientos son considerados un insulto para el orden social que, dicho sea de paso, es de naturaleza temporal y caprichosa. Por ende, el sufrimiento está al orden del día ya que las normas terrenales no entienden de esa limitación y como tales se considera que han de ser impuestas. El ser humano tiene el defecto de pensar que lo cree es una verdad incuestionable y sólo la conciencia le permite entender que hay un espacio para la duda. Cada vez que esto sucede no sólo se vulnera el derecho de ese sujeto sino de todos, pues la violación de un principio sagrado implica que no es importante para nadie y que cualquiera puede ser otra víctima. La idea colectiva es tan sagrada que el ser humano es una unidad perfecta, ya sea como individuo o como colectividad y, por ello, se hace necesario que los derechos sean para todos como parte intrínseca de la naturaleza de los mismos. En la misma línea, el artículo 18 del Pacto de Derechos Civiles y Políticos señala lo siguiente: “1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. 2. Nadie podrá ser objeto de medidas coercitivas que puedan menoscabar su libertad de tener o adoptar la religión y creencias de su elección. 3. La libertad de manifestar la propia religión o creencias estará sujeta únicamente a las limitaciones presentes por la ley que sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral…”. De este modo, el libre ejercicio de opinión en el contexto democrático no justifica ni el control ni la censura, ya sea a través del miedo indirecto o la amenaza hacia quien se considera un peligro para el pensamiento único, tal como ocurre ahora cuando se induce el terror como manera de intimidación para que la población acceda a las intenciones del gobierno en materia sanitaria en los casos de confinamiento, toques de queda, cierre de pueblos o de comunidades autónomas, cierre de negocios a cierta hora y otras medidas similares que se adopten so pena de ser multado o intervenido por la policía nacional. Estos hechos son destacados en las noticias para que la población tenga conocimiento de cómo actúan en el caso de que se infrinjan las normas correspondientes, un hecho encasillable en el condicionamiento operante de Skinner con estímulo aversivo. Y es que según el artículo 19: “1. Nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones. 2. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión y este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole”. No se puede entonces tampoco regular los medios de comunicación de tal modo que sólo una parte del conocimiento llega al espectador ni censurar descaradamente a quien busque por sí mismo y encuentre información que no se ajusta a la oficial. Este derecho forma parte del proceso de aprendizaje y de autoconocimiento de cada ser humano y el Estado está obligado a respetar esta voluntad, aunque vaya en contra de sus intereses.

El artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dice que “nadie será sometido sin su libre consentimiento a experimentos médicos o científicos…” Este artículo es especialmente importante al aludir a la vacuna del covid, la cual los gobiernos con mucha premura desean introducir a toda la población mundial con la intención de su obligatoriedad o su condicionamiento para ser instaurada en situaciones tales como viaje, trabajo u otras. Decir en este sentido que dicha normativa se ve claramente conculcada porque los medios de comunicación se dedican a vender el remedio como la solución del covid cuando en realidad es el fin. En este caso, los humanos son empleados como cobayas de un remedio que hasta la fecha no ha demostrado ni tener relación alguna con la supuesta enfermedad ni ser positiva en ese sentido. Por ello obligar bajo la justificación de ser una obligación moral con el otro no es sólo una burla sino acto de cinismo.

Ello incluye actuar en el correspondiente espacio social, es decir, socio-laboral y de interrelación cultural.

Derecho a la vida social

Los seres humanos no podemos vivir aislados. Aprendemos en grupo: los niños asimilan nuevos conocimientos tanto de sus padres, de sus hermanos como sus iguales mediante el juego; el hecho de compartirlos supone una necesidad.

Igual sucede con los adultos: éstos necesitan de intercambio de información o retroalimentación constante para dar fuerza a sus creencias, postulados, justificaciones correctas en cuanto a sus comportamientos, reconocimiento de uno mismo y del otro (lo que implica la separación de espacios interpersonales), la expresión afectiva y el desarrollo moral. Aspectos tales como son el trabajo, la familia, los amigos, los contactos sociales satisfactorios y la red sinérgica que nos ayuda en nuestro día a día constituyen no derechos sino necesidades viscerales de los seres humanos. Eliminar de raíz en base a pandemias falsas u otras justificaciones aleatorias constituye una acción similar a la violación del derecho a la vida del individuo pero con una salvedad: el efecto de la misma es lento y se deja sentir durante mucho tiempo, mientras la primera es contundente y claramente perceptible. En cualquier caso, el hecho de que no sea tenida en cuenta no excluye lo anteriormente anotado.

El artículo 25 de la carta de Derechos Humanos establece el derecho a un nivel de vida adecuado, a no vivir con enfermedades ni pasar hambre. Toda intervención estatal que lo impida ha de ser considerada ilícita.

Por otra parte, las dificultades económicas no ayudan a las relaciones con los demás, las cuales dependen de este aspecto pues la mayoría de los sujetos están sometidos a las mismas necesidades pecuniarias. Todo ello genera una conflictividad social en la medida en que el sistema no se actualiza a las situaciones reales y sigue demandando en base a los mismos roles sociales, como si nada hubiese cambiado. En toda sociedad para formar parte del mundo hay que cumplir unas reglas y, si no se ven satisfechas, el sujeto no puede formar parte de ella. Esto, que podría resultar lógico, dado que sociedad equivale a orden, no siempre es así y, lamentablemente, en la mayoría de los casos no resulta ser así, sobre todo cuando el sujeto está obligado a resultados que son imposibles. Todo ello incrementa el malestar emocional dado que es quimérico estar a la altura de las circunstancias, y problemas como la ansiedad, la depresión, los intentos de suicidio y los cuadros paranoicos toman su forma definitiva al ser imposible separar el aspecto personal del social en estos trastornos que, siendo comunes antes de la pandemia, durante y después de ella se van a disparar lamentablemente.

Anteponer entonces las medidas sanitarias y/o políticas a las necesidades humanas básicas antes descritas no ayuda a tener un buen resultado, sino todo lo contrario.


INFORME GENERAL SOBRE EL IMPACTO EMOCIONAL DE LA CRISIS DEL COVID 19

Desde el inicio de la crisis del covid 19 es innegable el impacto psicológico y emocional en la población general. Los gobiernos han tomado medidas fundamentadas en la guía inspirada por la Organización Mundial de la Salud, pero no han contemplado el terrible impacto que han tenido en ese sentido.

Todo esto se enmarca en un adoctrinamiento en el que se dan los siguientes fenómenos:

a) Sentirse culpable por cualquier comportamiento que pueda incrementar la pandemia, como por ejemplo, el uso de mascarillas o cualquier paso en el ritual TOC.

b) Sometimiento de la voluntad a la del Estado; se suponen que los problemas se van a resolver. Se pierde toda autonomía y por ende la libertad llegando a desarrollar conciencia de esclavo.

c) Pérdida del locus de control interno y empleo del externo. La conducta se desarrolla en función de situaciones externas, asociadas a modelos sociales de manera tal que el sujeto es su propio dictador. Dado que el primero se esfuma, dado que no existe procesamiento adecuado de las emociones, ni reconocimiento ni capacidad de liberación (alexitimia), se vive en la angustia.

d) Si el yo es la norma, la inteligencia emocional se desmorona porque la capacidad para tomar decisiones propias se desvanece; el proceso de deshumanización se produce cuando el mismo sujeto desconecta con su parte más profunda por temor a sentir que si lo hace rompe con las normas sociales preestablecidas. En otras palabras, se vuelve un autómata.

e) Se produce la defensa de la zona de confort. Cuando nos referimos a ella incluimos los aspectos mentales y emocionales, es decir, de cómo el sujeto se reconoce a sí mismo en un contexto en cuanto a lo que cree, piensa y actúa, sin importar la creencia. Ésta es fundamental para el equilibrio mental ya que sería como eliminar el programa Windows 10 de un portátil. Se relaciona este hecho con el temor a la locura en un momento en el que se produce un cambio drástico en el entorno que rompe todos los esquemas preexistentes y genera la necesidad de crear otros. Aspectos relacionados con la crisis económica, las relaciones sociales o simples planes de vida activan todas las alarmas. Cuanto mayor sea la necesidad de conservarla y cuanto más débil sea, al mismo tiempo, mayores van a ser los trastornos siguientes en su intensidad temporal y cualitativa. Dado que los problemas subsiguientes son como montañas rusas, la defensa de la misma es urgente.

f) Hay ansiedad generalizada a todo lo relativo al contacto humano. En cuanto a sí mismo, inseguridad con respecto al futuro y a su estado presente: las creencias y pensamientos no se sienten estables y no se percibe una seguridad en el modo de anclaje del sujeto en la realidad externa, que de hecho es un híbrido entre aspectos internos y externos. El insomnio y nerviosismo forman parte ineludible de este cuadro que fluye con la desrealización o sensación de no estar experimentando dicha situación.

g) Se da depresión con síntomas tales como insomnio, sentimiento de pérdida, tristeza, rabia, agotamiento o simplemente apatía. Este síntoma, propio de la distimia, representa el cuadro más difícil de detectar, por cuanto tiene una intensidad muy leve y una duración muy prolongada, lo cual lo convierte en un trastorno muy frecuente y puerta directa a la depresión ya sea leve, moderada o grave.

h) Existe un elevado nivel de manipulación. Es factible hacerle creer cualquier idea por absurda que sea, momento en el que el individuo es perfectamente manejable como un títere, al capricho de los deseos de los gobernantes y las autoridades correspondientes, así como otras personas que sean modelos correctos de las normas adecuadas y medios de comunicación. El impacto del miedo, la disonancia cognitiva y la búsqueda de un punto de referencia, el cual no es fijo, hace que el sujeto se vuelva claramente irracional, proclive a la adquisición de ideas de manera desenfrenada siempre y cuando conecten y aviven el miedo que los activa en forma de red de múltiples componentes.

i) Hay conflictividad social. Se rechaza de plano a toda persona que no siga las reglas bajo justificaciones absurdas impuestas de acuerdo con el apartado e. La intolerancia, el rechazo y los comportamientos agresivos y de inculpamiento ajeno se muestran como propios de una sociedad con signos claramente fascistas.

j) Se da la agorafobia en forma de temor al contacto social y temores diversos asociados a la rutina que exige el covid, sobre todo con aquellas personas que no cumplen con el protocolo.

k) Hipocondría o temor exagerado a contraer esta enfermedad como consecuencia. El sujeto se revisa continuamente en sus acciones supervisando el peligro de contagio. Las noticias de los medios de comunicación intensifican este cuadro cuando añaden nuevos síntomas o falsamente los reclasifican.

l) Nosología o miedo al contagio. El sujeto teme contraer el covid, cree que circula por el aire y a través de las personas desconocidas, especialmente quienes no siguen las recomendaciones de los gobiernos o la OMS. Este trastorno está estrechamente emparejado con la antropofobia, es decir miedo al ser humano. Se manifiesta en forma de delirio, de manera similar al de persecución, mostrando una clara irracionalidad, resistencia y firme creencia en algo que no tiene lógica alguna. Su manifestación más clara es la psicosis, aunque de manera leve. Se trataría de una especie de esquizofrenia asociada a un solo delirio. Se introducen todos los temores relativos a distancia social, falta de higiene de otras personas, no uso de mascarillas o el mero hecho de no haber establecido nunca una relación con dicho sujeto.

m) Consiguiente Trastorno Obsesivo Compulsivo que se manifiesta en el miedo a la muerte como desencadenante, el cual se trata de paliar con lavados de manos con gel de manera constante, guardar la distancia reglamentaria, evitar a las personas desconocidas, desinfectar los zapatos en la puerta de la casa, seguir las normas del gobierno y desconfiar de quienes no siguen las reglas. Funciona, por ende, como una forma de protección en la que el sujeto defiende su cada vez más escasa zona de confort. Constituye el círculo en el que él aprende a convivir con el entorno de manera efectiva y con el menor miedo posible, lo cual no consigue el ritual TOC y retroalimenta el terror a ser infectado.

n) Miedo a la muerte. Las continuas imágenes de hospitales y de cadáveres recuerdan al sujeto que está ante una enfermedad mortal, por la que, incluso han fallecido seres queridos. Éste se asocia a los cuadros anteriores y deviene un elemento central.

o) Procesos de duelo. Al perderse la rutina en el plano de la normalidad, al no tener esa sensación de tranquilidad interna y estar siempre en guardia, el proceso de pérdida, que engloba aspectos emocionales tales como la sensación de seguridad, la cual se busca incesantemente, hace que estos procesos no se den de manera natural. Por otra parte, muchas de las supuestas víctimas del covid fueron incineradas y los familiares no pudieron despedirse adecuadamente de ellos, lo cual hace que este sentimiento de pérdida sea aún mayor de lo que sería en otra situación. Además, los concomitantes problemas de ansiedad y depresión no resueltos y que siguen durante la supuesta pandemia hacen que este proceso se convierta en patológico, intenso y de larga duración.

p) Antropofobia. Como resultado de todo lo anterior, el sujeto puede presentar miedo a relacionarse con otros seres humanos, por el mero hecho de serlos en sí. El temor al otro vendría a ser la consecuencia pues constituye la única forma en la que es posible sentirse seguro. Las secuelas de ello son evidentes en el plano emocional, ya que puede provocar depresión en sujetos que de por sí no toleran la soledad ni la ausencia de afecto. No olvidemos que los seres humanos somos sociales, necesitamos de la ayuda de los demás y que el mero hecho de tenernos que separar de nuestros seres queridos, amigos y el resto de las personas para sentirnos seguros es una trampa perfecta para el más profundo desequilibrio psicológico.

q) El síndrome de la cabaña. Consiste en el deseo de no salir al mundo exterior después de estar encerrado desarrollando un temor excesivo al entorno que debería de considerarse como no peligroso. La resistencia a cambiar de hábitos, el miedo a las relaciones sociales con desconocidos y percibir el lugar de encierro como centro de seguridad hace que, aunque la pandemia no exista, se tenga la necesidad de permanecer en la nueva zona de confort creada.

r) Posibles casos de suicidio en el caso de que todo ello llegue a una situación límite que ni el mismo sujeto entienda. Puede que no perciba un sentido en su vida y prefiera desaparecer de un mundo en el que nada tiene que hacer porque las posibilidades de éxito son nulas, haga lo que haga. Las dificultades económicas pueden provocarlos. Es el resultado de la indefensión aprendida en su grado más extremo. He aquí uno de los aspectos menos estudiados y más destacados para entender la importancia de toda esta problemática. No existen cifras exactas por la desidia de las Administraciones Públicas. En algunos países como en España nos encontramos que el suicidio es la segunda causa de muerte después de la natural. El canal de televisión alemán DW en su edición del 9 de septiembre de 2020 dice que la segunda causa de muerte en Latinoamérica, según la OMS, es el suicidio. Establece más de 49.000 casos en EEUU, 13.400 en Brasil o 6.500 en México, según cifras oficiales. No sería de extrañar que este motivo de defunción se haya incrementado en su cifra e importancia a raíz de la supuesta pandemia, sin que los Estados analicen este preocupante fenómeno.

s) Al poderse considerar el covid una manifestación de la intención del Instituto Tavistock, creado en 1920 con el fin de ver cuál fue el punto de quiebre de los soldados que regresaban de frente de la primera guerra mundial y encontrar el mecanismo para que tanto el Estado, como las multinacionales y otras Instituciones internacionales empleasen la psicología como arma de guerra, todo lo tramado y hasta ahora realizado, consistente en miedo constante, presión en los medios de comunicación, empleo masivo del inconsciente colectivo, desestabilización anímica y del sistema nervioso, presión social por parte de los ciudadanos circundantes, sentimientos de culpa, juego a la pertenencia grupal o exclusión si no se siguen las reglas, limitación de la iniciativa individual, sentimientos de indefensión aprendida y dejar al individuo en un constante estado de alerta, como toda guerra, ésta con secuelas más peligrosas que las anteriores, los sujetos sufren de un cuadro de estrés postraumático por el aislamiento social, los problemas económicos resultantes, la incapacidad de predecir sobre su estilo de vida, el temor al contagio, el miedo a las medidas si no se siguen las recomendaciones médicas y el hecho de aprender una actitud sumisa, cercana a la del esclavo. Nos encontramos con una agenda en la que los medios de comunicación, como mensajeros de la OMS, las grandes farmacéuticas, el Banco Mundial, el F.M.I., así como las fuerzas de seguridad del Estado con su obediencia debida al ministerio del interior, siguen las recomendaciones externas. Los centros sanitarios las cumplen a rajatabla en un programa de condicionamiento operante en la que todos los agentes muestran al ciudadano que existe una única realidad, de la que escapar es imposible. Todo este entramado, de carácter brusco por la naturaleza de sus inicios, su intensidad creciente y constante, con la finalidad de inocular e terror en la población, tiene su efecto ya sea con medidas concretas como confinamientos o toques de queda, o recordatorios de lo que está por ocurrir o lo que los ciudadanos pueden hacer para evitar el caos, que es vacunarse de manera obediente y sigilosa. Es de suponer que el desgaste del individuo es muy evidente y que su capacidad de resistencia tiene un límite.

t) Finalmente, el uso de las mascarillas constituye una forma de adoctrinamiento, por cuanto muestra al individuo cual debe ser su actitud durante la supuesta pandemia, es decir el silencio. Ello implica la inexpresividad emocional pues ésta es la que conduce al contacto con el otro y a no respetar la distancia de seguridad. Por lo tanto, se trata de que los individuos aprendan a alejarse unos otros por su propia seguridad, al tiempo que constituye una forma de que unos se reconozcan en los otros, es decir, que no se sientan solos y hacer creer que están unidos en el mismo frente de batalla, en el que el gobierno ha dejado todas las armas con la confianza de que se va a actuar con responsabilidad. El ciudadano no concibe la existencia sin el Estado protector y, por lo tanto, aquél se vuelve obediente. Al mismo tiempo tiene como objetivo debilitar la voluntad del individuo, de modo que se vuelve frío y pasivo. Es lo que ocurre con los niños en los colegios, obligados a portarlas según las normas del Ministerio de educación y las Consejerías de las Comunidades autónomas; este colectivo es de especial importancia por cuanto van a ser los adultos del futuro. Se trata de moldear el perfil psicológico de la población en general para se acomode a otros objetivos que no se cuentan. Por todo ello el uso de mascarillas es generalizado en casi todas las situaciones, es una nueva prenda de vestir a la que es sumamente fácil habituarse y permite a quién lo usa tener una sensación de seguridad frente al otro y el entorno. Recordemos que las mascarillas reactivan el miedo anotado en apartados anteriores y hacen creer que éste es real.

Finalmente, si estos hechos se agravan, la patología puede comenzar a desarrollar tintes propios de la psiquiatría en forma de delirios expandidos a nivel social.

He aquí una descripción general del impacto psicoemocional de la crisis del covid, la cual ha de ser tenida en cuenta. Ni el Estado ni la justicia pueden actuar de espaldas a estas gravísimas consecuencias y su mera presencia es una violación de los derechos básicos del individuo y de la sociedad colectiva.


Firmado,


PSICÓLOGOS POR LA VERDAD.

Email: psicologosxlaverdad@gmail.com

 
 
 

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